Querida Carmen:
Te escribo momentos antes de perder mi vida ante el piquete
de fusilamiento. No sé cuándo podrás regresar a España y leer mis últimas
impresiones.
Quiero decirte algunas cosas de interés. Siempre nos quisimos bien
y colaboramos juntos. El hecho de que mi muerte nos separe no borra para ti, no
prescribe, el cumplimiento de deberes que nos eran comunes y que, con gran
dolor por mi parte, tendrás que cumplir ahora tú sola. Me refiero a nuestros
hijos. Quiérelos como madre y atiéndelos solícita y cariñosa, pero, háblales de
mi vida, de mi lucha, de mis ideales, de mi muerte… Ellos comprenderán mejor
sus deberes como hombres.
En estos menesteres te encontraras con ayudas
valiosas de aquellos que son camaradas y amigos, a quien tanto debo yo. Es mi
última voluntad la de que mis hijos mejoren con su esfuerzo y trabajo el de su
padre; es mi deseo el que luchen por un mundo mejor, por una España llena de
felicidad, de bienestar y de progreso.
Di a Miren que tiene ya 15 años, a
Eustaqui que tiene 14 y a Rosita que pronto cumplirá 8, que los quiero mucho y
muero acordándome de ellos.
Querida Carmen, hasta siempre.
Besos y abrazos de
tu esposo que te quiere.
Madrid, madrugada del 21-1-42
Querida María Josefa:
Voy a
morir dentro de unas horas y lo haré tranquilo y sereno como me corresponde.
Debes estar orgullosa de mí. Muero como he vivido. Con la dignidad y la
satisfacción que da el cumplimiento del deber.
Cuida bien de los chavales.
Quiérelos mucho, pero sobre todo edúcales en la misma línea que la de tu
hermano. Y tú, que eres inteligente, entusiasta y buena, mejora tu trabajo,
estudia y contribuye con tu esfuerzo a la causa que nos es común. Lucha, María
Josefa por nuestros ideales, por Euskadi feliz, por una España digna del pueblo
español. Fuertes abrazos de tu hermano que te besa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario